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13 de septiembre : día del bibliotecario

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domingo, 12 de julio de 2009

Biblioclastas

De la destrucción de libros
Rafael Toriz
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Báez, Fernando; Historia universal de la destrucción de los libros: de las tablillas sumerias a la querra de Irak, Destino, Barcelona, 2004, pp. 416.

El fuego con que tú amenazas las letras sagradaste abrasará, con toda justicia, a ti mismoVicente, diácono de Zaragoza
Somos infelices y miserables por muchos motivos: acaso el principal sea porque recordamos, jamás nos acordamos de olvidar. Creo que, entre otras cosas, por eso duele la existencia, porque no hay remedio para la culpa, porque en nuestro cuerpo y mente siempre va grabándose la vida. A nosotros, mortales, no nos fue otorgada la Nepenta ni las aguas del Leteo. La escritura, herida volitiva, es recuerdo, presencia de lo que no está.
No pudiendo aspirar a la posibilidad de un mundo sin memoria, queda la rústica opción de inflamar las palabras, desquebrajar el mundo de los libros y hacerlos arder como la madera de la que fueron extraídos. Esta destrucción ha acompañado a la escritura desde sus inicios: el hombre que crea es el mismo que destruye, la bibliofagia nace en el momento mismo de la inscripción. De esta situación da cuenta el excelente libro del venezolano Fernando Báez, crónica de viaje a través de la destrucción de libros escrita en fornida prosa. La historia universal de la destrucción de los libros —proyectada para su publicación en Latinoamérica a partir del segundo semestre de 2004— relata la inefable masacre cometida con las bibliotecas desde sus comienzos en la región mesopotámica de Súmer (5.300 años aproximadamente), pasando por el emperador chino Qin Shih Huang Ti (213 a.C.), la quema de manuscritos en Constantinopla, la de la España medieval, la destrucción de códices prehispánicos (el mismo emperador Itzcóatl haría una pira para fundar la historia a partir de su reinado), los expurgos inquisitoriales, la quemazón hecha por los nazis (1933), hasta los memoricidios efectuados por los serbios (1993) y, aun ahora, el bibliocausto en Irak. Su trabajo no puede sino mover a la indignación, demuestra, en sus palabras, que "el instinto destructor es cultivado socialmente, desarrollado en la madurez individual, y su grado de daño responde a las expectativas sociales de quien lo ejerce. Ningún individuo o sociedad destruye o mata sino aquello con lo que no quiere dialogar. Es el monólogo más radical de la acción vital. Destruir un libro es negarse al diálogo que supone la razón plural de éste". Sinsentido de la historia: curiosamente el lugar del nacimiento del libro, 55 siglos después, es también su convulsa sepultura.
¿Por qué el hombre destruye libros, por qué abate la memoria? Mucho se ha dicho pero las certezas son discretas. Se sabe que dicha actividad recibe el apelativo griego biblioclastia (o biblioclasmo) y se define, según el Piccolo Dizionario di Bibliofilia como un "odio, feroce avversione verso i libri, accompagnata da volontà distruttiva. Simile alla Bibliofobia". Por su parte, Umberto Eco, en su texto Desear, poseer y enloquecer distingue tres tipos de biblioclastia:
Existen tres formas de "biblioclastia"; es decir, de destrucción de los libros: la biblioclastia fundamentalista, la biblioclastia por incuria, y aquella por interés. El biblioclasta fundamentalista no odia los libros como objeto, teme por su contenido y no quiere que otros los lean. Además de un criminal, es un loco, por el fanatismo que lo anima. La historia registra pocos casos excepcionales de biblioclastia, como el incendio de la biblioteca de Alejandría o las hogueras nazis. La biblioclastia por incuria es la de tantas bibliotecas italianas, tan pobres y tan poco cuidadas, que a menudo se transforman en espacios de destrucción del libro, porque una manera de destruir los libros consiste en dejarlos morir y hacerlos desaparecer en lugares recónditos e inaccesibles. El biblioclasta por interés destruye los libros para venderlos por partes, pues así obtiene mayor provecho.
El mismo Fernando Báez trae a cuento el libro del psicoanalista Gérard Haddad Los biblioclastas (Ariel), en donde su autor fija una determinada tipología psicoanalítica de los destructores de libros. Aduce Haddad en boca de Báez:
Si se come un libro, es para recibir la aptitud que éste contiene como elemento de generación, para poder engendrar. Si se quema, por el contrario, es para negar su paternidad, rechazar la función de ser padre: El auto de fe actúa en forma velada y extrema el odio y el rechazo al Padre . El odio al libro, señala Haddad con enorme inteligencia, desemboca, no pocas veces, en el racismo, pues el racismo, más que el color de la piel, niega el libro de otra cultura, entendida como acto de generación de otro pueblo.
Vemos entonces que la destrucción de libros es, en este sentido, una negación, lo que recuerda desde luego a Borges en su ensayo sobre Nathaniel Hawthorne (Otras inquisiciones), en donde menciona una obra del estadounidense, Earth’s Holocaust, en la que confabulados todos los hombres deciden exterminar el pasado en una hoguera a la que inflaman, entre otras cosas, con todos los libros. Esta destrucción obliga a pensar en obras similares como la noveleta ilustrada de Cortázar Fantomas contra los vampiros multinacionales, narración que principia con extraños robos en bibliotecas célebres del mundo, así como amenazas de muerte a escritores, a quienes les está prohibido volver a ejercer su oficio so pena de muerte. En este caso se pretende abolir la insurrección, poner la inteligencia en llamas. Esta destrucción es una metáfora de la ideología voraz de la economía y la política contemporánea. El texto aun cabe, tanto por su originalidad creativa como por su temática contestaria, dentro de las diatribas al paradigma globalizador.

1 comentario:

  1. "Biblioclastas" de Alejandro Kaufman
    ¿Produjeron esta foto?
    La produjeron
    ¿Es original?
    ¿O tiene antecedentes?
    Genealogías biblioclastas
    Esto lo sabían.
    ¿Lo sabían?
    ...............
    ¿Qué fue lo que destruyeron?
    Lo que destruyeron,
    ¿fue llorado?
    ¿Fue reconstruído?
    ¿Qué creían que estaban haciendo?
    ¿No sabían que las voces más fuertes son las más débiles, las acalladas, humilladas, desaparecidas?
    ¿No habían visto aquellas otras fotos, de épocas anteriores?
    Las habían visto, claro.
    Fueron su matriz, su modelo, su inspiración.
    ................
    Kaufman, A. (Bs.As.1954) es profesor, ensayista, traductor e investigador sobre pensamiento contemporáneo en la Fac. de Cs.Soc.(UBA), escribió esto respecto de una imágen de quema de libros durante la dictadura militar. No lo transcribí todo pues era largo. Te felicito por tu espacio y quise dejar un pequeño aporte. Suerte. Dora

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